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Survival

Mi pasión por viajar y mi carrera profesional me han llevado a conocer más de 80 países. Mi interés siempre ha estado en la calle y los momentos únicos que en ella se presentan, atraída por gente diferente y circunstancias sorprendentes. El color siempre presente tiene mucha importancia emocional y mi intención es marcar un estado de ánimo más efectivo una vez impreso.

En esta exposición hago una selección de las fotos realizadas en mis aventuras. El hilo conductor es el paisaje humano, su existencia y un instinto básico de sobrevivir independientemente de las condiciones económicas. Hay retratos, elementos, estructuras en diferentes espacios, caos y esperanza.

El mundo es el escenario, el acto es la supervivencia.

La realidad refleja una supervivencia dentro de un mundo globalizado donde la compra-venta forma parte de nuestro día a día. La gran mayoría de nosotros busca la manera de progresar y enriquecerse y espero que cada uno pueda alcanzar la paz interior y responder a los grandes misterios del ser humano.

Desde muy joven recuerdo estar fascinada con el límite, lo diferente, lo auténtico. De una tensión interior para escoger una forma de vida, un futuro, elegí lo que más me gustaba, estudiar arte. En este camino encontré la fotografía. Y que suerte, también mi ventana al mundo, el poder conocer su gente, tener experiencias, vivir como aspiraba, y poder dejar mi huella.

Mi manera de sobrevivir a través de la fotografía, es expresar lo que veo y pienso, compartir con los demás cómo iluminar nuestras vidas con mas información intelectual para ayudar a liberar la mente. Lo único que es gratis y totalmente individual, es nuestro pensamiento.

Deja que estas fotografías te susurren pequeñas historias y sorpréndete soñando con la espontaneidad de nuestras vidas. Cuando todo esto se junta, se crea una perspectiva única y diferente.

Este no es el fin.

Fotografías realizadas en la India, Tailandia, Guatemala, China, Inglaterra, Argentina, Turquía, Méjico, Camboya, EEUU, Suráfrica, Japón, Chile, Bosnia, Marruecos, Bután, Nepal y Grecia.


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Survival

por Ángeles González-Sinde

Ana Nance me ha retratado más de una vez. Para los que no somos profesionales del ser observados, el fotógrafo puede ser un adversario del que se desconfía, al que se teme, pero al que, a pesar de todo, a pesar de nosotros mismos, se obedece. Obedecemos al viejo y poderoso magnetismo que desde que se inventaron las máquinas de fotografiar éstas ejercen sobre los humanos. Profesionales y amateurs, fotografiamos compulsivamente con nuestras cámaras y nuestros teléfonos porque seguimos creyendo en ese poder: el de atrapar el alma del otro, sujetarla y llevárnosla. Anhelamos ese poder y el otro: el de atrapar el tiempo, cada vez más huidizo, para que deje de escaparse. No sé cuánto de esto hay en la voluntad artística de Nance. A veces pienso que ella aspira a ser más que un brujo que toma posesión de aquello sobre lo que posa la mirada. A veces calculo que prefiere ser, y en efecto es, una medium, una suerte de facilitadora que libera espíritus. Tiene más intención de que sus imágenes vuelen y se expandan por el mundo, de un país a otro, de un continente a otro, que de que se queden quietas donde se producen o donde se publican. Dice que ha visitado más de 80 países, yo dudaba que existieran tantos. Yo lo que me digo es que esta fotógrafa ha avistado más de 80 países a los que ha puesto las banderas que ella misma compone. Por eso le interesan tanto los colores, que son tan arriesgados y dicen tanto de quien los suscribe. Nos ponemos verdes, nos ponemos morados, estamos negros o nos quedamos blancos. Nance sabe eso y lo detecta y lo respeta. Viaja, recoge signos y los ofrece. El aspecto confiado de los retratados no es casual. Nance no se impone, facilita. Ella habla de sobrevivir, pero sobrevivir es aprender a vivir. ¿Para qué sirve hacer fotos? Como lo sueños, las fotos sirven para digerir y comprender la vida, nuestra propia vida a través de la de otros. Elegimos contar unas cosas y dejar fuera otras porque todo no cabe ni en el objetivo ni en la página. Haces fotos y te desprendes de un pedazo de paisaje para conservar otro. Elegir está en la esencia del contar. Pero si no te fías, si no crees que un mundo tal como lo cuenta Nance exista, un mundo tan variado, tan diverso, tan colorido, tan contradictorio, paradójico y posible, aquí están las pruebas.


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Survival

Joana Bonet

Nunca miramos sólo a la persona, objeto o paisaje en una foto, sino que exploramos la relación que se establece entre ellos y nuestra mirada. Porque el verdadero contenido no es la imagen, sino lo que no se ve. Por eso la principal conquista de la fotografía -y en particular de las de Ana Nance- consiste en hacernos sentir la presencia y la ausencia de los otros. Su silencio, su risa, su tedio, su dolor. Como si escucháramos a los niños rasgar el aire al correr, como si sintiéramos la fuerza de las mujeres del desierto o el soplo de una brisa en un atardecer californiano.
Ana Nance es una nómada en estos tiempos líquidos y cambiantes, pero también es una viajera que sale al encuentro del mundo, fiel a la sentencia de Paul Theroux: “travel itself is a sort of optimism in action”. Theroux defendía la importancia de lo desconocido, y entendía el viaje como salvoconducto existencial para enfrentarnos a nuestros miedos, cambiar las circunstancias de nuestra vida, engañar a las rutinas, ser un extranjero, sumar experiencias, encontrar paisajes exóticos, sentir el riesgo de lo desconocido y enfrentarse a la propia soledad. Pero Ana Nance es mucho más que una buena fotógrafa que viaja y captura instantes. La protagonista de todas y cada una de sus fotos no es otra que la vida en estado puro.


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