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Muchos de nosotros hemos oído hablar de los Refugiados Saharauis, especialmente en España, pero pocos sabemos de su cruda realidad.

Básicamente son tribus nómadas, bereberes del desierto del Sáhara mezclados con árabes, que tienen su propia lengua, hassania, y su propia cultura.

Se asentaron en el litoral atlántico de África durante muchos años, entre Marruecos y Mauritania, y fueron colonizados por España con arreglo a la Conferencia de Berlín de 1884.

En 1975, presionada por EE UU y Francia y para salvaguardar «una buena relación con Marruecos», y movida por evidentes intereses económicos y políticos, España abandonó al pueblo saharaui y sus territorios, dejándolos solos en la lucha por sus derechos.

Ante la ocupación marroquí, los saharauis se armaron y lucharon hasta la firma del Plan de Paz de la ONU en 1991, donde se reconocía el derecho de autodeterminación del Sáhara Occidental mediante un referéndum. Referéndum que a día de hoy todavía no se ha celebrado. En resumen, más de 35 años esperando una solución, más de 20 desde el Plan de Paz de la ONU.

Todo un tema tabú.

Argelia les cedió unos 150km de desierto muy lejos de la costa del Sáhara Occidental para contribuir a mantener unidos a los saharauis, que construyeron campos de refugiados donde han elegido vivir para no perder sus señas de identidad y su cultura, con la esperanza de que algún día volverán a sus casas en su tierra. Sobreviven principalmente de la ayuda humanitaria y de sus múltiples sueños.

Resulta llamativamente increíble que en un mundo que aboga por la democracia, continúe esta situación y que nosotros como personas que compartimos este mundo permitamos el sufrimiento de las hermanas y hermanos de este pueblo amigo. Un flagrante caso de injusticia.

Cada año la comunidad cinematográfica y activistas saharauis de España se reúnen en el campo de refugiados de Dajla para celebrar un festival de cine, para disfrute de sus gentes, proyectando películas para mandar un mensaje al mundo entero de que este pueblo hermano no está olvidado, a la vez que le da un halo de esperanza y un poco de entretenimiento y diversión.

Este año cerca de 250 personas afines a la causa saharaui viajaron desde España, en avión hasta Tindouf y en caravana de 4 horas por el desierto hasta el campamento de refugiados en Dajla.

Los visitantes fueron distribuidos en distintos grupos y acogidos por familias caracterizadas por una gran hospitalidad, degustaron sus comidas tradicionales y durmieron en sus humildes jaimas, lo que conlleva vivir una experiencia única. Durante el día se realizan todo tipo de actividades sociales como representaciones de payasos en las escuelas, visitas al precario hospital y a su pequeño huerto invernadero, bailes y desfiles tradicionales para conocer mejor a este pueblo, sus orígenes y el porqué de su lucha.

El grupo de actores e invitados consensuaron una declaración entre todos, que fue redactada posteriormente por el actor Juan Diego Botto y leída en la gala de clausura del festival por el actor Eduard Fernández. Dice lo siguiente:

Los invitados a la novena edición del Festival Internacional de Cine del Sáhara, después de haber convivido una semana con distintas familias del campo de refugiados de Dajla, hemos decidido presentar este texto a la sociedad civil. Sabemos que son cientos los comunicados y manifiestos redactados por esta causa a lo largo de los años. Sabemos que son muchos los que creen que las palabras son cáscaras vacías que se lleva el viento y que estos manifiestos son brindis al sol destinados a llegar a ninguna parte.

Sabemos que no son pocos los que creen que esta es una causa perdida. Pero nosotros creemos distinto. Hemos aprendido de los saharauis que la dignidad no conoce plazos y que la lucha pacífica de este pueblo por retornar a su tierra no cesará hasta que se les devuelva lo que les pertenece por derecho.

Hemos aprendido de las revueltas árabes que las palabras son llaves en el motor de la voluntad y la voluntad de la gente unida puede tumbar regímenes que parecían eternos.

Hemos aprendido que la vida de los pueblos es más larga que la de los dictadores que los oprimen. Por eso, si es necesario repetirlo todo otra vez, lo repetiremos una vez, o dos, o cien, o mil o las que sean necesarias para prender en la voluntad de la sociedad civil y mover esta montaña que sabemos que no es ni puede ser eterna.

Tras abandonar España la colonia que tenía en el Sahara Occidental, este país sufrió la ocupación de Marruecos ante la lacerante pasividad de España. La ocupación trajo consigo una violenta represión bajo la que se escondía una voluntad de genocidio. Ello condujo a una guerra entre el pueblo saharaui y Marruecos. Guerra que se prolongó durante 16 años y que se cerró con la firma de un acuerdo entre las partes patrocinado por EE UU y Naciones Unidas.

En ese acuerdo Marruecos se comprometía a celebrar un referéndum en el que los habitantes del Sáhara Occidental decidirían sobre su futuro. Ese referéndum no solo no se ha celebrado, sino que los habitantes del Sahara ocupado sufren a diario la negación de su identidad, la represión, la cárcel e innumerables torturas por luchar por la independencia de su país.

El encarcelamiento, las palizas, las violaciones y las desapariciones son, desgraciadamente, prácticas habituales. Por otra parte, los exiliados de aquella ocupación llevan 37 años viviendo en campos de refugiados en durísimas condiciones.

No nos vamos a dirigir a los gobernantes españoles que, sean del color que sean, han apoyado a los saharauis estando en la oposición y los han abandonado al llegar al gobierno. Ni tampoco a los responsables de la MINURSO, la delegación de la ONU para la celebración del referéndum que ha mostrado una pasividad criminal ante los constantes abusos a los derechos humanos, ni tampoco al gobierno francés que se empeña en vetar una y otra vez toda vía de presión a Marruecos, no ya para que cumpla sus compromisos, sino siquiera para que abandone la sistemática tortura y represión de este pueblo.

Nos dirigimos sin embargo a la sociedad civil española, francesa e internacional para que presionen a sus gobernantes e instituciones para resolver esta indignidad que se prolonga desde hace ya demasiado tiempo.

Se ha de celebrar de una vez por todas el referéndum en el Sahara Occidental. La ONU debe asumir la vigilancia en el cumplimiento de los derechos humanos en los territorios ocupados antes de que el siguiente muerto sea la mecha que obligue a los saharauis a retomar un camino, el de la violencia, que ni ellos mismos desean.

El Gobierno español debe asumir sus obligaciones como estado descolonizador y situar la defensa de los derechos humanos por encima de cualquier otro interés económico. Sabemos que nada moverán los gobiernos si no son forzados por sus ciudadanos, y por eso es a estos a quienes nos dirigimos, para que piedra a piedra, palabra a palabra, gesto a gesto, se sumen a nuestra voz en esta demanda, en esta exigencia impostergable. Porque sabemos que la única lucha que se pierde es la que se abandona.

Esta fotografía fue tomada después de un estremecedor atardecer justo antes de que se hiciera de noche, la víspera de una noche de luna llena. Ese día la temperatura alcanzó los 35ºC -primavera para ellos (imagínense el calor del verano)- y estaba parcialmente nublado, lo que ayudó a crear una espectacular gama de colores en el cielo. La mujer, es una mujer típica saharaui, vestida de manera tradicional y que viene de encerrar las cabras en el establo.

Si se fijan en el lado izquierdo de la casa se aprecia que una de las cabras más jóvenes se ha escapado y medio escondida se dedica a observar al intruso espectador. Y si se fijan un poco más verán el suelo cubierto de «cacas» del rebaño.

La razón por la que la fotografía se titula «La Tata» es porque era la madre de nuestra familia y entre los que formaban nuestro grupo se hallaban tres músicos que vinieron a dar un concierto en la gala de clausura del festival. Er Canijo de Jerez, Juanito Makandé y Tomasito de Jerez compusieron una canción para ella titulada «Yo soy la Tata».

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